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El estado del Estado boliviano en tiempos del COVID-19

Aproximadamente a escasos 7 meses del derrocamiento por “renuncia y fuga” del presidente Evo Morales Ayma, su sucesora Jeanine Añez, no ha cesado de enfrentar una creciente ola de críticas y protestas sociales sin que el país haya podido recuperarse de la grave crisis económica, social y política por la cual viene atravesando; además de la falta del “principio de autoridad” porque el Chapare funciona como un territorio libre, soberano e independiente manejada por las 6 Federaciones del Trópico, expulsan a los policías, los médicos y trabajadores en salud que son víctimas de prejuicios a causa de la intolerancia.

La fragilidad y la inestabilidad política que viene arrastrando el Estado boliviano, cuando el pueblo derrocó a la administración corrupta y sindicada de narcotraficante, quienes perpetraron también un vergonzoso fraude electoral en 2019, ha contribuido al crecimiento de las dificultades y al estancamiento general. Se conoce como Estado a la persona jurídica de derecho público que, legalmente, representa una comunidad, un pueblo o una nación, dentro o fuera de un territorio determinado sobre el cual el gobierno ejerce poder supremo y soberanía. El Estado boliviano tiene una reputación de estar directamente involucrado en el narcotráfico, lavado de dinero y la corrupción, entre otros crímenes.

Con seguridad que saldremos de la pandemia del COVID-19 pero con una nueva perspectiva preocupante que esta nueva administración funciona igual que el anterior régimen incompetente, corrupto y autoritario. Que heredó una pésima política publica de salud en el que es imprescindible cambiar las ideas marginales anteriores, mejorar el ingreso universal básico o la atención médica universal, que ahora son conceptos muy repetitivos y comunes en el entorno societario.

El Estado boliviano precisa un gobierno que siente las bases del “principio de autoridad” porque con esta crisis mundial los Estados débiles serán empujados al caos y la anarquía, con la posibilidad de que algunos regímenes no sobrevivan al COVID-19, ya que, después de la muerte de cientos de miles de personas, aprovechando la pandemia surgen nuevos modelos autoritarios, a ello se suma el retorno de los migrantes bolivianos de todas las latitudes del mundo, saturaran las calles para realizar protestas sociales que se constituyen en un riesgo para el gobierno que no representa capacidad para abordar las crisis.

En resumen, el COVID-19 por lo menos hasta que no se fabrique la vacuna creará un mundo menos abierto, menos próspero y menos libre. No debería ser así, pero la combinación de un virus mortal, una planificación inadecuada y un liderazgo político incompetente está poniendo a nuestro Estado boliviano en un camino nuevo y preocupante.

No hay duda de que Bolivia está frente a una encrucijada, agravada por las “fuerzas políticas” que más bien funcionan como “consorcios politiqueros” maniobrados por la pésima y arcaica imagen de los dirigentes politiqueros; porque hay ausencia de verdaderos líderes políticos. Además de la posibilidad de que el actual gobierno quiera prorrogarse en el poder a cualquier precio.

J. Waldo Panozo Meneces

Policía – Politólogo