Reivindicación marítima Vs. reelección presidencial
Los bolivianos estamos viviendo cosas terribles. Durante estos años de poder absoluto de la corporación política MAS-IPSP, estamos tratados como súbditos, no como ciudadanos que somos. ¿Desde cuándo un país digno, un país que tiene miles de personas capaces de gobernar, con calificación académica en la universidad, con experiencia en la judicatura, en el periodismo en la politología, en la investigación científica, debe escuchar, como si fueran niños de escuela, lo que repiten machaconamente el vicepresidente Álvaro García Linera y el presidente Evo Morales?
Pero, he ahí que poco menos que de la nariz nos quieren llevar a concursar en los récords Guinness con el “mar de tela azul”. Cual flautistas de Hamelin el presidente y sus seguidores han hipnotizado a los dependientes del Estado, para que, a manera del juego del mono mayor, jueguen al “banderazo”, cuya única finalidad es desviar el fervor patriótico del 21-F. A esto hemos llegado en medio de un desbarajuste que amenaza de naufragio de la propia república.
El trasfondo de los alegatos en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) entre el 18 y 29 de marzo en La Haya, sobre la demanda contra Chile para lograr una salida marítima, no es un mérito de este gobierno, ya que, en 1975, después de 13 años de rompimiento diplomático, se reanudaron relaciones con Chile y la reiniciación de negociaciones sobre el pendiente tema marítimo.
En fecha 18 de febrero de 1997 (Presencia) el canciller Antonio Araníbar respondió al canciller chileno —Insulza— expresando que “La posición boliviana es y ha sido de diálogo y concertación, en la búsqueda de soluciones genuinas. Lo verdaderamente absurdo, para utilizar solo uno de los calificativos utilizados por el canciller chileno, es que un país que se dice moderno pretenda entrar al siglo XXI sin haber resuelto un problema del siglo XIX”.
Es así que Araníbar emplazaba a Chile a cumplir con su responsabilidad de resolver el enclaustramiento marítimo de Bolivia emergente de la invasión chilena a su franja costera en 1879, sin una declaración previa de guerra y se anexionó unos 400 kilómetros de costa y unos 120.000 kilómetros cuadrados de territorio en la denominada Guerra del Pacífico 1879-1883.
En consecuencia, lo imprescindible en el contexto mundial y latinoamericano es buscar el pleno apoyo a las reivindicaciones bolivianas, y evitar que el sentimiento de unidad del pueblo no sea utilizado por el gobierno para justificar su inconstitucional repostulación.
El derecho a nuestra salida al mar es un recurso geográfico natural; un derecho legítimo que fue ratificado como tal en los mapas desde los tiempos de la colonia. Por ello, después del veredicto de la Corte Internacional de Justicia (CIJ), de La Haya, debemos delinear la verdadera política de Estado que sirva para despertar en América Latina su conciencia de la unidad y solidaridad para la recuperación de nuestra cualidad marítima.
Ninguna persona y, con mayor razón, ninguna autoridad de gobierno, ningún partido político debe utilizar la legitima aspiración de reivindicación marítima de todos los bolivianos como un medio para perpetuarse en el poder político.
J. Waldo Panozo Meneces
Policía – Politólogo