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VIOLENCIA EN LA POLÍTICA BOLIVIANA

“Nos acostumbramos a la violencia y esto no es bueno para nuestra sociedad. Una población insensible es una población peligrosa”; Isaac Asimov. Lógicamente con los acontecimientos en proceso uno de los temas actuales es la violencia política. En Bolivia se intensifico desde el año 2006. Somos testigos mudos de las obscenidades y peleas en la Asamblea Plurinacional, en el Concejo Municipal de Cochabamba; los grafitis en casi todas las paredes del centro de la sede de gobierno, en toda Bolivia y más allá, la cultura racista del populismo hace sentir su presencia. Hasta los crímenes más horribles desde el asesinato de Jorge O’Connor, las masacres de Chaparina, Caranvi, Senkata, Sacaba, secuestro y encarcelamiento a la ex presidenta Añez, al gobernador Camacho, asesinatos a policías. Esta no es una actitud política. Es precisamente lo contrario. ¡Es la politiquería!

Desgraciadamente, todo esto lo estamos viviendo en el Proceso de Cambio de la Revolución Cultural en el «Estado Plurinacional» del «Crimen Organizado», el arrinconamiento del Estado de esta función estatal y su sustitución por grupos particulares y de sectores sociales que actúan sin control y cuyo único ingrediente común es el “odio”, el “resentimiento”, el “racismo enfermizo” y la “violencia”. Estos hechos son las evidencias del problema. La cuestión que se plantea en este caso es evidentemente de la cultura y llega a los límites de la existencia del país, de un Estado, de una sociedad en crisis de valores.

En consecuencia, una serie de temas científicos se vienen a la mente para poder establecer estos “fenómenos politiqueros” que no es posible desde la Ciencia Política, la Sociología, el Derecho, la Psiquiatría, la Psicología, ni la Criminología; sino más bien desde el ambitito de la “Criminalística” apoyada por todas las especialidades policiales. Ante esta encrucijada que concierne a la moral y la ética hay que trabajar para sacar al país del impasse reaccionario, con un “equilibrio entre todos los sectores”. Equilibrar el derecho a la libre expresión, dentro de la ley, de cualquier persona o grupo frente al derecho de otras personas y grupos para hacer lo mismo en todo el espacio geográfico del Estado Plurinacional y que no hayan “egidas” como el Chapare, Challapata y otros. Separación precisa de los límites entre la confrontación política y el ejercicio de la violencia de cualquier forma, ideológica y credo. Que necesariamente se conviertan en un nuevo “Contrato Social”, que nuestro país urgentemente necesita.

Nos están acostumbrando a ver como normales las formas de violencia, y la coyuntura política lo favorece, se crean teorías sobre movimientos sociales que quieren tomar el destino para sus propios intereses. El narcotráfico, el contrabando, la corrupción son una expresión extrema de la violencia política y la interpretación de esta violencia se caracteriza como la deriva al “totalitarismo populista criminal”. Evidentemente, se debe hacer mención y mención especial a la cooptación que hicieron de las Fuerzas Armadas y la Policía para sus intereses político partidista. Su continuación se basó en la impunidad, en la debilidad del Estado de derecho en el ejercicio de sus funciones. Nunca se impuso ningún orden. Por eso el fenómeno adquirió dimensiones irreales.

J. Waldo Panozo Meneces

Policía – Politólogo