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¿Languidece el MAS-IPSP? O ¿las fuerzas del narcotráfico?

Divide et impera es una frase latina cuyo significado es divide y reina; es un lema que la tradición atribuye a Filipo II de Macedonia, pero en origen no es del todo cierto. Esencialmente significa que el odio entre los pueblos subyugados beneficia a quienes los dominan. En la antigüedad puso de relieve una política apetecida por los emperadores romanos que habían entendido que poder reinar más fácilmente sobre los pueblos que sometían era útil para evitar su coalición haciendo ambos rivales.

El MAS-IPSP ocupa un papel central tanto en la historia de la política nacional, como en el crecimiento de los cultivos de coca y del narcotráfico, y en la historia del país en general. No es, en realidad, un partido político como tantos otros que, en número muy elevado, han surgido a lo largo de la historia política de Bolivia. Durante aproximadamente 14 años fue el partido que cuenta con el apoyo de las «6 Federaciones del Trópico» y obtuvo gran parte del voto rural.

Las últimas declaraciones públicas, aclaraciones y contradicciones en el ámbito nacional, nos permite preguntarnos ¿Por qué tener que pensar que el consorcio político más antipartidista que existe, el que ganó limpiamente la primera elección, y las cuatro últimas con un supuesto fraude en el Padrón Electoral (elección 2019 anulada), copiando los viejos rituales palaciegos, acabaría en una situación de “wanted by criminals”, con sus dos alas moralmente divididos y atomizados ideológicamente? Los intereses personales y de grupo que emergen de la producción de la coca, los divide entre “grupo MAS-IPSP ilícitos” y “grupo generacional lícitos” que resulta en la realidad paradójica: un partido de mayoría relativa, pivote decisivo desde enero 2006 hasta hoy, que parece estar con el riesgo de perder para siempre la unidad.

Un momento de transformación positiva o de hundimiento definitivo, anticipado por las polémicas declaraciones públicas del Ministro de Gobierno, que arremetió contra algunos dirigentes productores de coca. Que no es novedad; en Bolivia es un secreto a gritos… hay que buscar una fuerza interna que dirima el enfrentamiento… sin guerra entre grupos… ¿o entre bandas? se divide entre el actual equipo de gobierno, encabezado por Arce Catacora, y la línea conservadora de Evo Morales —en la mira de la DEA—, el MAS-IPSP ya no es una cuestión de nombres, sino de identidad y ética.

En este clima no precisamente sereno, se prepara el camino para enfrentar las crisis: económica, de salud y política. Si bien el desenlace del evento es aún impredecible, el futuro paradójicamente no está en las manos de la justicia boliviana; sino en las investigaciones extranjeras sobre el narcotráfico, la visión fraudulenta de la “democracia populista” y otros delitos. Sin embargo, es importante recordar que al interior del MAS-IPSP no se contempla la democracia, dejando únicamente a la decisión de las 6 Federaciones del Trópico como herramientas de toma de decisiones: por lo tanto, se excluye que cuestiones cruciales de renovación de liderazgo e ideológica puedan resolverse en el próximamente. La clave del problema probablemente seguirá estando en manos de las 6 Federaciones del Trópico dueños de la coca excedentaria con un crecimiento del 4 por ciento de las 19 mil hectáreas destinadas a la actividad ilícita.

En definitiva, mientras Evo Morales y las 6 Federaciones del Trópico se toman su tiempo y se dedican a desmentidos, podría fortalecerse el ala de renovación generacional del MAS-IPSP, más escéptico y más soberano de la sarna del narcotráfico. El conflicto actual se parece cada vez más a los viejos emenerristas: muchos críticos harían bien en tomar nota, para bien o para mal en la política boliviana.

J. Waldo Panozo Meneces

Policía – Politólogo