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EL ÚNICO CAMINO: FUERZAS ARMADAS Y POLICÍA BOLIVIANA

Ahora ya sabemos que el Tribunal Supremo Electoral boliviano no juega tan limpio. Esto se puede afirmar al saber de los resultados de la reciente consulta popular que, según los violentos, narco terroristas del MAS-IPSP, ganó su candidato.

Los partidos de oposición y los supuestos lideres politiqueros reconocieron el triunfo del consorcio criminal que azoto 14 años a los bolivianos. La presidenta utilizó su poder para sacar adelante a su familia y amigos mediante la corrupción. Es una lástima que así haya sido.

Ahora este escenario está directamente relacionado con nuestro “poder militar y policial”. Es el momento que demuestren el cumplimiento a la C.P.E. en el “Artículo 244. Las Fuerzas Armadas tienen por misión fundamental defender y conservar la independencia, seguridad y estabilidad del Estado, su honor y la soberanía del país; asegurar el imperio de la Constitución, garantizar la estabilidad del Gobierno legalmente constituido, y participar en el desarrollo integral del país”. Y la Policía cumplir la C.P.E. en el Artículo 251. “I. La Policía Boliviana, como fuerza pública, tiene la misión específica de la defensa de la sociedad y la conservación del orden público, y el cumplimiento de las leyes en todo el territorio boliviano. (…)”. La misión constitucional designa a estas dos importantes y únicas instituciones el uso de la violencia legitima. Desde lo más profundo de los siglos, Tucídides, el historiador que cientifizó el estudio de la historia, ha destacado la importancia del poder militar al narrar la Guerra del Peloponeso. “Nos dice que el fuerte impone al paciente todo, lo que su poder permite y este último se retira de la debilidad”. Las Fuerzas Armadas y la Policía no son un vulgar partido político, ni del gobierno; son instituciones fundamentales del Estado.

En estos tiempos que la ciudadanía indefensa exige en legítimo derecho la revisión de un padrón electoral que nunca fue revisado por el actual TSE, por supuesta manipulación; auditoría a las elecciones generales del 18 de octubre, y por lo que los cívicos, plataformas y otras agrupaciones ciudadanas organizaron manifestaciones para exigir una auditoría al proceso, por la sospecha de un nuevo mega fraude.

Los picaros ni fueron posesionados y, ya nuevamente se están dando a la tarea de imponer el pánico con la complicidad de los encargados de la justicia boliviana que siempre tuvo problemas: la corrupción, la ineficiencia, la politización, la deshumanización. La justicia boliviana no es imparcial ni ecuánime, sino que ahora nos demuestra que es servil al gobierno que le conviene ordenando la libertad y archivo de obrados de tiranos que sometieron a los bolivianos. Nefastos personajes que nos entregaron a las garras de las transnacionales para que saqueen nuestro recursos naturales y al crimen organizado internacional para que administren el narcotráfico.  A Bolivia solo puede salvar y poner orden el poder militar y policial que no tiene sustituto de ninguna nefasta amenaza de creación de “milicias delincuenciales armadas”. La necesidad de una mayor intensidad en la lucha contra la delincuencia en general y contra la delincuencia organizada en particular, requiere la plena capacidad de nuestras instituciones fundamentales de la patria y de la democracia.

El servil Romero deberá tomar en cuenta que una democracia debe empezar con el respeto escrupuloso al voto del ciudadano pero que implica otras cosas: la práctica de una tolerancia más cercana a la atención de las opiniones ajenas que a la repugnancia hacia ellas; el civilizado ejercicio de una crítica en la que la imaginación, la fundamentación y la lógica desplacen a las reacciones viscerales, dogmáticas, ignorantes y auto complacientes; la consideración de la variedad y la pluralidad como fines en sí mismas; la vigilancia atenta y regulada del poder junto a la posibilidad de orientarlo, limitarlo y llamarlo a cuentas; y en fin una experiencia cotidiana —individual, colectiva, nacional popular— de labrar el destino propio con el propio esfuerzo.

Entendida así, la democracia, nuestras libertades descansan en los hombros de los comandantes de las Fuerzas Armadas y de la Policía como una forma de convivencia, no una utopía o un evangelio de salvación, ni siquiera un programa positivo de gobierno. Respira en los espacios abiertos entre los hombres libres que discuten, no entre serviles politiqueros que se trepan como en noviembre pasado; hombres liberados de sus arquetipos, no de sus sueños. La democracia no es una panacea. Pero para Bolivia es ya el único camino posible de reconciliación.

J. Waldo Panozo Meneces

Policía – Politólogo