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EL MOTÍN DESDE LA MIRADA DEL AUTORITARISMO

Al presidente Luis Arce le gusta rememorar una acción legitima de defensa de la sociedad, únicamente desde su punto de vista: “No podemos tener nunca más policías que quemen símbolos patrios, que asuman acciones contra un gobierno democrático y legalmente constituido”. Mientras que el comandante de la Policía Cnl. Aguilera, desde su óptica, dice que «hubo errores y desentendidos, hechos que han motivado que “algunos” desconocieran el orden legal establecido».

Al evaluar los hechos de noviembre 2019, no se puede ignorar el papel de la disciplina policial, solo cumplieron con lo ordenado por la C.P.E. “Artículo 251. (I). La Policía Boliviana, como fuerza pública, tiene la misión específica de la defensa de la sociedad y la conservación del orden público, y el cumplimiento de las leyes en todo el territorio boliviano”; la LOPN “ARTICULO 1º. La Policía Nacional es una institución fundamental del Estado que cumple funciones de carácter público, esencialmente preventivas y de auxilio, fundada en los valores sociales de seguridad, paz, justicia y preservación del ordenamiento jurídico que, en forma regular y continua, asegura el normal desenvolvimiento de todas las actividades de la sociedad”; y la Ley 101 “Artículo 11. (4).  Incumplimiento a instrucciones superiores, salvo que sean contrarias a las normas vigentes o que hubieran sido objeto de representación”.

Lo ocurrido en noviembre de 2019 fue como una reacción de clase ante la nueva burguesía y su angurria de quedarse en el poder. Los policías, es decir, el “proletariado oprimido por el gobierno del MAS-IPSP”, ha adquirido una conciencia de clase en las calles donde prestan sus servicios de protección a la sociedad, se ha convertido en una clase social con identidad propia, antiburguesa y sobre todo antiautoritarista. El policía comprendió que desde su resignada serenidad en apoyar a la muchedumbre y no seguir viendo humillada a su institución “verde olivo”, sin preguntar por qué, sin saber para quién, ante el insulto del apodo “motín” por parte de cocaleros del Trópico de Cochabamba, de los narcotraficantes, de los delincuentes en general y de los corruptos. Reivindicaron la noble función policial al servicio del entorno societario con honor, sacrificio y resignación.

El denominado motín policial en su cólera social se dirigió a esa nueva burguesía que se desarrolló en los oscuros escondrijos del crimen organizado internacional, a los “corruptos politiqueros”, a los ignaros que odian cumplir con la ley y odian a los policías honestos. La paz social está tan rota por una masa de analfabetos funcionales y falsos licenciados. Donde no falta el buen lacayo comandante que olvida su misión de defensores de la sociedad y su doctrina institucional, desleal y obediente a los caprichos oficialistas, es en realidad un ciudadano que alberga deseos de enriquecimiento ilícito y vulgar porque ha perdido el placer de la vida, envenenado por su interés particular, el servilismo, la discriminación, el odio y la ira.

No todos los policías estaban con armas y con agentes químicos (porque ello fue y sigue siendo controlado por el narcogobierno): solo tenían su uniforme de combate, una frazada o una chamarra en el cuerpo. El ejemplo del desprecio en el acto de reconocimiento al ministro de gobierno se observo la falta de respeto al “protocolo” por quien se jacta de ser “académico”, demostrando únicamente la ignorancia supina de un letrado cuya arbitrariedad y rencor pronto se conocerá en el país; como decimos en el léxico cochabambino “llockalla maleducado”. Son pues los politiqueros de antes, que volvieron ahora, quienes tratan de maniobrar las leyes a su antojo al mismísimo estilo del delincuente mitológico griego, Procrustes. El poder policial tiene que estar exento de cualquier control político partidista para que el Mando Supremo tenga plena libertad e impunidad con respecto a cualquier proceso penal porque en su función constitucional no puede estar aislada de la voluntad de la sociedad civil.

J. Waldo Panozo Meneces

Policía – Politólogo