¿POLÍTICOS, POLITIQUEROS O MONRREROS?
Se me ocurrió utilizar el léxico del hampa (coba). En nuestros días no creo que sea el ciudadano político el que esté tan adelantado a su tiempo sino el hombre de ciencia; el político se está quedando rezagado, su imaginación no va al mismo paso que los hombres de ciencia. Porque el político se rezagó y le cedió su lugar el politiquero.
En consecuencia, y a la vista, y al conjuro de una siempre criticada realidad, el verdadero político tiene que complementarse, tras o con la búsqueda de nuevas estructuras, que redimensionen la curiosidad, la inquietud generacional y a tono con las necesidades y urgencias de la época, de manera de recoger y trascender espacios, como producto de un símbolo, un ente, una sociedad, un voluntariado para alcanzar el bien común.
Los politiqueros en general han encontrado la fórmula perfecta de la mutualidad entre cleptocracia y autoritarismo. La cleptocracia significa “gobierno de ladrones”. Se usa para referirse a aquellos gobiernos que aprovechan la corrupción gubernamental. En un gobierno cleptocrático, existe la apropiación indebida de fondos estatales. Los funcionarios del gobierno obtienen riquezas personales y poder político sin la pretensión de un servicio honesto; en este caso singular —digno de estudio, ya de investigadores y analistas— se ubica el sistema de gobierno en el Estado Plurinacional, como producto de un mundo en crisis espiritual y moral, lo que, objetivamente, ya se puede interpretar como un espectro en el siglo XXI.
La política como un voluntariado de conquista o rescate. La política, no la politiquería es un hecho gravitante en la balanza de su mínima o su máxima fuerza motora, así va creciendo la imagen de nuevos actores políticos de la mayoría de las Plataformas Ciudadanas independientes —no tránsfugas— , a la medida en que las obras precursoras, del bien común como polen de una nueva revolución social efectiva contra la inmoralidad de los politiqueros y con ayuda de los ciudadanos, decidan impactar en el blanco de la atención nacional, regional, hemisférica y mundial.
Las cleptocracias generalmente simbolizan las formas corruptas de gobiernos autoritarios, como autoritarismos, dictaduras, juntas militares o alguna otra forma de gobierno autocrático y nepotista en el que no es posible la supervisión externa. El gobierno practica el nepotismo y los vínculos amistosos o familiares para la distribución de puestos importantes o contratos rentables.
Estamos contra toda forma tradicional de política corrupta que se enraizó en nuestra Bolivia. Con ello, llegado el caso —la corrupción no existe en la cultura; está en el régimen político, a través de una mecánica de corporación delincuencial digno de estudio psicológico de los problemas de conducta y raciocinio—, que, a la postre, a corto o mediano plazo, incidiría dramática y gradualmente en una suerte de terapia, a favor, es obvio, de instrumentos de cambio no convencionales, se diría estructurales, dentro del marco magnético y genético de la nueva generación.
De ahí que, las Plataformas Ciudadanas son desacreditados por oficialistas y opositores, es lógico que se sienta necesitada de postura y aliento, para crecer y desarrollar, en aras de una comunicación —cleptocracia ya no es un sistema político corrupto en unas pocas naciones pobres: es una red global sofisticada cuyos miembros incluyen líderes mundiales y poderosos empresarios—. Los partidos políticos ya no tienen programa de gobierno; tienen “modus operandi” y ante la sociedad, equivale, en este supuesto, a una desmineralización de principios anormales en la química de las relaciones humanas.
Aún hay muchos signos diferentes de cleptocracia, pero el atributo central siempre es el componente de corrupción. Finalmente, la democracia moderna se desarrolló como un instrumento para garantizar el gobierno en interés de toda la sociedad. La nueva lucha de las plataformas ciudadanas, es producto de la época, su compromiso, entendemos, es complementario y fácil, en la medida que, como fenómeno, se adicione al destino de la sociedad boliviana sin discriminación.
J. Waldo Panozo Meneces
Policía – Politólogo