PARA QUE COMPRENDAN LAS HORDAS MASISTAS EL SIGNIFICADO DE GOLPE DE ESTADO
En Bolivia si bien existe una clase dirigente en cada uno de los sectores de su actividad, se encuentra un nivel alto de desvergüenza que la torna inerme en varias ocasiones. Me explico: la crisis política actual viene amedrentando a aquellos hombres con capacidad y vocación dirigencial en razón de serles difícil soportar los vaivenes entre la comprensión de gobiernos de facto y de derecho. Esta compleja introducida los últimos días por las hordas intelectuales del gobierno del MAS-IPSP, esta situación induce a muchos valores intelectuales a eludir las responsabilidades de la conducción, creándose así un vacío, que le fue dado comprobar en la especial coyuntura contemporánea.
Se dice de golpe a la toma del poder en un Estado por una minoría a través de métodos no constitucionales, impuestos por sorpresa y usando la fuerza. Los perpetradores del golpe de Estado, o golpistas, generalmente dependen de todo o parte del ejército y gozan del apoyo de al menos parte de la clase política y la sociedad civil.
La naturaleza y la frecuencia de los golpes de Estado en Bolivia tiene las más “ricas experiencias” desde el inicio de la República; experiencia de asonadas militares en política; Sucedidos generalmente por la ausencia de un sistema de elecciones libres, democráticas y regulares; cuando el gobierno en una gran medida personalizado, tienen limitado a los órganos del Estado, y prácticamente no tienen marco jurídico, los gobiernos golpistas rápidamente se convirtieron en herramienta común de cambio.
El golpe de Estado, llevado a cabo por un pequeño grupo, difiere de la “revolución” que tiene un carácter popular y masivo.
La clase dirigente está así, muy lejos de entender que es un golpe de Estado, entrando a un estado de tensión, a la espera de una convocatoria global que lleve al país a pacificarse definitivamente como una sola Nación. Esta tensa actitud asumida por el gobierno cocalero puede dirimirse dentro de una democracia integrada, donde por la fuerza del libre juego de los órganos del Estado y las instituciones, se desarrollen en plenitud las vocaciones dirigenciales de los diversos sectores que conforman el quehacer nacional. Se podrá observar entonces, que ese estado latente y potencial de la clase dirigente presenta características genuinas y capacidad suficiente para proponer a la sociedad soluciones concretas a su problemática.
Por otra parte, Bolivia necesita despertar en forma de eclosión ante el requerimiento que toda la Nación boliviana le reclama. No como líder, sino como principal protagonista de la hora de los pueblos y la consiguiente integración latinoamericana. Esa eclosión necesita de la clase dirigente emanada de sus sectores laborales, técnicos, profesionales, intelectuales, empresariales, eclesiásticos, militares, policías, juventud, universitarios, etcétera, que, no aparenta presencia, pero existe.
Una convocatoria oficial a reactivar la vida partidaria permitirá a los partidos políticos reorganizar sus cuadros, posibilitar el relevamiento dirigencial y organizar la consiguiente capacitación hacia el objetivo de cumplir con el bien común.
Mas allá de la preparación académica del dirigente, hay valores como la religiosidad del ciudadano boliviano, en sus diversas manifestaciones y en sus diversos cultos que practica. Esto es una impronta que lleva más de 483 años en el quehacer nacional y que no ha sido preponderado por quienes en definitiva logran el acceso al poder. El día que la tabla de valores de preeminencia a lo religioso, al sentido espiritual del hombre, al sentido humanista, al sentido trascendente en sus acciones, ese día la clase dirigente no hablará necedades, tendrá la seguridad de su permanencia y consolidará no una democracia liberal sino una democracia acorde con el sentimiento boliviano, que es una democracia integrada o una democracia social. En este sentido lo que se esta generando en Bolivia no es un golpe de Estado, por su carácter popular y masivo es una revolución con características muy particulares por la presencia de jóvenes y nuevos actores políticos.
J. Waldo Panozo Meneces
Policía – Politólogo