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LOS PARTIDOS POLÍTICOS Y LOS VASALLOS

Los partidos políticos se han convertido a lo largo de los últimos siglos en un elemento fundamental de los Estados contemporáneos. Un partido político es una organización sólida que tiene como objetivo principal la conquista y ejercicio del poder político, con el fin de organizar la sociedad y el Estado de acuerdo con la ideología e intereses de los sectores sociales a quienes representa.

En Bolivia los partidos políticos tienen un modelo gerencial; en el que se asignan los dueños de los partidos políticos varias tareas administrativas, financieras y técnicas. Los dos primeros no requieren viaje, mientras que el tercero requiere presencia en las instalaciones donde se encuentra el emporio (masa). Como proveedor de servicios, el propietario del partido político (gerente) implementa las decisiones tomadas y vela por sus intereses, los intereses de los correligionarios y si alcanza tiempo por la sociedad.

Ese modelo gerencial en el que el propietario del partido político es el líder máximo no dejan avanzar a los jóvenes y nuevos actores políticos convirtiéndose en una “Potestad de Poderosos”. Lo que sucede es que el sujeto dedicado a la política, en nuestra cultura, tiene todos los privilegios y no quiere perder ninguno, ignorando que existe una visión más democrática, que básicamente tiene que ver con compartir.

Los correligionarios (las masas) adoptan la actitud del vasallo sempiterno como se vio a quiénes viajaron a Santa Cruz con pasajes pagados para vitorear al “jefecito” que llegaba de su exilio dorado; o la actitud de quiénes se sienten obligados a inscribirse en un partido político para optar un trabajo y esto ante la ley se entronca con la servidumbre. Tengo conciencia de que el opresor (supuesto líder), para existir, necesita de un oprimido; y que éste fomenta esa situación, porque es una parte de su naturaleza humana (necesidad intestinal) que se manifiesta.

Es el gerente (líder), dueño del partido político que asigna a sus dirigentes (Senadores, Diputados, Gobernadores, Alcaldes, Asambleístas, Concejales) y las personas acudimos obligatoriamente a votar democráticamente para elegir a nuestro nuevo “tirano”. La democracia como la entienden los “poderosos” con el voto popular designamos asambleístas y otras autoridades; sin embargo, ellos solo obedecen a los intereses de sus gerentes (lideres), no levantan la mano en el parlamento para cumplir por el bien común. Todo es cumplir con la orden del líder y no así con la voluntad del soberano. Como ejemplo en “octubre negro” el pueblo estábamos en las calles protestando contra el tirano de Sánchez de Lozada, mientras que los elegidos por el voto popular en el Congreso y en el Palacio quemado estaban apoyando al tirano.

Esta actitud de los poderosos politiqueros está haciendo perder a los humanos los valores de identidad social. En nuestra sociedad actual en la actividad humana muchos de los hombres y mujeres desconocen la existencia de las normas morales y de la ética. Es que los vasallos frente al amo tratan de resultar simpáticos y caer bien. Quiénes se dedican a la política ya no tienen apego por lo razonable de la eficiencia y capacidad. Pienso que estas deficiencias se las debemos a toda una cultura heredada y alimentada, que permanentemente nos condicionan los “poderosos” gerentes.

Entre los pocos datos que se pueden identificar como valores estrictamente políticos está la necesidad de poder (para alcanzar a las arcas del Estado y desvalijar), otra vertiente es la agresividad y la necesidad de expresar ese dominio. Por eso creo que si aumentara la participación de jóvenes y nuevos actores políticos en la conducción del Estado disminuiría la corrupción.

J. Waldo Panozo Meneces

Policía – Politólogo