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LAS CONTIENDAS ELECTORALES MÁS MENTIROSAS DE LA HISTORIA

En 1991 el Congreso Nacional por primera vez eligió como vocales a notables ciudadanos que fungió como un organismo auténticamente imparcial e independiente, con reconocida legitimidad y confianza ciudadana en el que las encuestas de opinión y debates de candidatos eran fiscalizadas por la Corte Nacional Electoral. En los últimos días, cientos de publicaciones de desprestigio entre los oficialistas y opositores, y entre opositores contra opositores abundan en los medios y en la web. Imágenes de arrestos violentos, enfrentamientos entre activistas políticos, manifestantes, degradaciones, etc..:  todo se coloca regularmente en una buena posición en las noticias. Pero el 21 de agosto y las noticias del incendio en Roboré, que se usaron varias cuentas de Facebook, Twitter y WhatsApp para amplificar los eventos que afectan a Bolivia, ¿Cómo? Por ejemplo, utilizando fotos de otros países y de otras épocas para cuestionar a las instituciones y entre líderes políticos en campaña política. Esto demuestra la falta de control de ciberseguridad, porque estas cuentas difunden información errónea, el objetivo del gobierno es ampliar las divisiones y quiere insistir en la idea de que los políticos opositores están desconectados de los ciudadanos.

En el referéndum constitucional vinculante de 2016 algunas de las empresas encuestadoras pronosticaron lo que en definitiva ocurrió: un triunfo de la “NO REELECCIÓN” del binomio oficialista Evo-Álvaro. Allí gravitan los encuestadores para decir, precisamente, que ellos no hacen pronósticos sino sólo mediciones, ubicadas en un momento exacto, que es aquél en que se hace el muestreo, y que no supone establecer tendencias irreversibles.

La experiencia de quienes hemos participado en muchas elecciones, como protagonistas u observadores, como investigadores, es muy distinta y nos dice que la opinión pública no se mueve a saltos repentinos. Puede haber episodios que influyan sobre ella, en una dirección u otra; puede llegar a existir un hecho excepcional por su resonancia, que modifique el giro de los acontecimientos, pero no es ello usual. El desarrollo de cualquier campaña va perfilando candidaturas y propuestas en forma gradual y progresiva. Salvo un accidente —terremotos— la evolución de la opinión es como un leve movimiento sísmico, ascendente o descendente, que avanza sobre el territorio de los indecisos, verdadero escenario de la elección. He allí la clave. Donde los protagonistas de la batalla encuentran el triunfo o la derrota. Donde los “medidores” de la opinión suelen fracasar. Los políticos suelen equivocar el entusiasmo de los partidarios con las reales mayorías, siempre constituidas —su margen decisivo— con gente poco comprometida. Esto es así con frecuencia, como para no ocurrirle a los encuestadores, que nunca saben lo que quieren decir la “no respuesta”. ¿Qué opinión se esconde detrás de ese aparente indiferente, de ese proclamado indeciso o de ese tímido encuestado?

Suelen los técnicos proyectar sobre ellos los porcentajes de quienes responden y ello aumenta exponencialmente el margen de error, como lo demuestran las experiencias referidas. Porque esas personas no responden, pero lo más probable es que tengan opinión y simplemente no quieran revelarla.

Lo malo es que estos errores de las encuestas influyen en la opinión pública —donde se esconden tendencias al “exitismo” innegables—. Lo común como es natural, por otra parte, es la libertad. Y a su amparo se bombardea al ciudadano con resultados de encuestas que le prefabrican un resultado, subliminalmente le sugieren sumarse a una presunta mayoría, mientras las redes de noticias con alcance nacional, siempre prontas para lo que quiere difundir el gobierno —casi nunca para lo imparcial o lo normal— disparan al mundo, como bólidos, una imagen que termina siendo caricatura de la realidad.

Lleva a los ciudadanos a creer historias más o menos sórdidas, imaginando que la mitad de las personas que miran, escuchan y/o leen estos artículos creen que son verdaderas.  También crea una desconfianza       en las fuentes tradicionales de información, lo que lleva a muchos a cuestionar su credibilidad.  De hecho, solo aproximadamente un 67% de los bolivianos tiene acceso al sistema de cable y al internet, por lo que el resto no confían realmente en los medios de comunicación. Finalmente, esto tiene el efecto de agravar las divisiones políticas, reforzando a los individuos en sus propias opiniones.

El acceso a la información es fundamental, de ahí el rango constitucional conferido a la libertad de expresión y la prensa —no así al internet (Redes Sociales)— Articulo XIX de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.  El problema es tan grande cuando estas mismas libertades fundamentales se usan incorrectamente, por lo que amenazan la capacidad de las personas para tomar decisiones informadas sobre su gobierno.

Una de las técnicas de manipulación utilizadas en los medios de comunicación es la publicación de encuestas de opinión pública. Cerca de las elecciones, esta técnica se vuelve especialmente popular. Intercambios amplificados en redes sociales digitales, que frecuentemente llevan a la violencia verbal que centrarse en los esquemas lingüísticos, la legitimidad, la decencia, las encuestas de opinión que alimentan las controversias y las polémicas casi permanentes. ¿No sería la hora de meditar en profundidad sobre estas cosas y tratar de hacerlas con un poco más de respeto para la opinión pública y para los lectores, en fin, para el sistema democrático que es el único que hace posible que aquélla se exprese y los últimos existan como tales?

Por cierto, que “no nos gusta recorrer el camino de las prohibiciones”. Pero sí el del rigor ético. En el periodismo y en la vida política. Razón de más, entonces, para insistir en que encuestando así sólo se construyen falacias y se desinforma a una opinión que ávidamente reclama objetividad y equilibrio en lo que se le expresa. Da la casualidad que las noticias previas siempre sobrevaluan a los extremos, a los llamativos, a los especuladores, y devalúan a quienes, al fin de cuentas, son las mayorías. Precisamente por ser sensatos y moderados. Puesto que los extremistas suelen ser la cresta de olas revolucionarias o golpistas, pero difícilmente de las mareas democráticas de la opinión.

Tomando en cuenta esta realidad en Bolivia y con el Tribunal Supremo Electoral controlado por el gobierno sólo se construyen falacias y se desinforma a una opinión que ávidamente reclama transparencia, imparcialidad y equilibrio. Por estas condiciones no es conveniente llegar a que se desarrolle las elecciones del 20 de octubre 2019.

J. Waldo Panozo Meneces

Policía – Politólogo