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¡Justicia…! ¡Justicia…! ¡Justicia…!

Suele decirse que los únicos muertos políticos son los políticos muertos. Hombres que han sido expulsados del poder en medio del oprobio y la ignominia pueden, si las circunstancias son propicias, retornar a hacer todavía más daño. Esta reflexión viene al caso en la actual situación de Bolivia.

¡Los discursos públicos de amenaza, instigación y desafío a las principales instituciones pilares fundamentales del Estado —FF.AA. y Policía— por parte de sujetos con serias sospechas de pedofilia, robo, asesinatos, terrorismo, narcotráfico, violaciones y corrupción ahora sinvergüenzamente piden a vos en cuello ¡justicia…! ¡justicia…! ¡justicia…! Sí…, la mayoría de los bolivianos exigimos justicia para estos sátrapas que corrompieron la administración del Estado, para estos picaros que se hicieron ricos de las arcas del Estado. Y, en cuanto se difundió estas amenazas y el eco del títere presidente Arce, no se dejó esperar, pudimos leer en las redes sociales llamados a la venganza, menciones del tipo “ellos, los golpistas, quieren la guerra”.

Los bolivianos no podemos seguir observando desde nuestra comodidad a estas bestias politiqueras, nadie nos lo luchara por nosotros. No critiquemos y esperemos argumentando “…y nadie dice nada”. Somos nosotros quienes tenemos que limpiar la basura de nuestra casa, la basura de Bolivia. Ya vimos que nos cambiaron el sagrado escudo nacional por una caricatura legendaria sin base histórica. Los encargados de la soberanía, la seguridad y de hacer cumplir la Constitución, no dicen nada. Somos escarnio diario de la violencia psicológica propagandística por los medios y el crecimiento de la delincuencia.  Aquí es donde la justicia moderna innova, como ha afirmado el filósofo René Girard. Si ya no es cuestión de ojo por ojo es porque la justicia se opone a la venganza, y la venganza no es solo la respuesta a una invasión, es también el ciclo, infinidad de violencia y respuesta a la violencia 3.700 años después del código de Hammurabi, todavía estamos allí.

Y así nos obligan a reactivar la ley de Talión, como si encontráramos, cuatro milenios después de su origen, el regreso de lo reprimido, la génesis de la justicia en el código de Hammurabi, ese código sumerio que sirvió de matriz a la Biblia. Una lesión en el ojo obviamente se refiere a la ley de Talión, que es el primer embrión de la justicia, una ley presente tres veces en el Antiguo Testamento, por ejemplo, en Deuteronomio, “Tu ojo será sin piedad: vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie”.

¿Esto había sido la democracia boliviana? ¿Han olvidado acaso que la distancia que media entre la democracia y el totalitarismo, es precisamente, el respeto a la integridad de la persona? ¿Es que, acaso, para ellos, que la persona ha perdido importancia ante las necesidades de la política y de los gobiernos, y en consecuencia puede ser sacrificado?

¡Qué pronto olvidan las contribuciones de Ortega y Gasset, junto con otros grandes maestros españoles, a estas ideas y principios que hacían, parafraseando a Ortega; de la individual, la única perspectiva válida!

Nos preguntamos los bolivianos, a sí mismo, ¿cuál es la lógica de los argumentos de nuestro país? Nosotros podemos contestarle que es la lógica de los derechos del individuo ante los impulsos totalitarios de cualquier gobierno. Es la lógica del respeto al derecho ante el totalitarismo desbocado. Es la lógica del justo valor del hombre, ante el inquilino del Palacio Quemado que intenta oprimirlo. Es la lógica de quienes aún actúan en orden a principios e ideas incuestionables, sin temor, sin dudas, sin cálculos políticos y sin claudicaciones cobardes. Es la lógica de la soberanía de un Estado, sostenida sin titubeos, por todos y cada uno de sus instituciones fundamentales, no sólo ante el conflicto planteado, sino, en todos y cada uno de los actos cotidianos. Es la lógica de una democracia que, como decía Sartori, sabe que existirá “sólo hasta el punto en que sus ideales y valores le den vida”, y que, en consecuencia, ha sabido, a través de su historia, enriquecerlos, defenderlos, y, sobre todo, luchar por ellos. Esa es la lógica de los verdaderos bolivianos.

J. Waldo Panozo Meneces

Policía – Politólogo