El bicéfalo MAS-IPSP y la corrupción son un peligro nacional
La situación actual en Bolivia es cada vez más confusa. Los componentes de las novelas de Agatha Christie y el escurridizo Marset, están ahí: políticos, jueces, fiscales, magistrados autoprorrogados, policías, narcotraficantes, contrabandistas, crimen organizado y el gobierno actual que tiene que proteger a todos estos ante la cantidad de escándalos que los involucran a estos ilustres miembros del “sistema” en la administración del Estado.
La mafia contemporánea, silenciosa y dirigida o incrustada en el gobierno Plurinacional, no es menos peligrosa que la violenta, especialmente en tiempos de crisis. Desde el año 2006 ya no solo es posible realizar análisis únicamente a partir de la “politología”. Aun deseando profundizar en el análisis histórico, fáctico y fenomenológico del crimen organizado tal como debe caracterizarse según un enfoque menos formalista y más acorde con la realidad, es necesario investigar desde la “criminología”, a pesar de las mejores intenciones, cae, en mi humilde opinión, en el mismo malentendido ontológico.
Por lo tanto, es fundamental adoptar una solución política criminal clara que tenga en cuenta estas continuas metamorfosis de las organizaciones políticas y las organizaciones criminales. El crimen organizado moderno utiliza la corrupción como herramienta operativa privilegiada. Se infiltra en la administración pública y en la economía a través de métodos no violentos, que también se expresan a través del ejercicio de actividades políticas.
En la actualidad tenemos al «instrumento político» MAS-IPSP con dos cabezas, cada uno con similares intereses particulares y de grupo, no doctrinaria, no ideológico, ni programático. Los que tienen “pega” (trabajo) más 580.000 servidores públicos (soldados del Proceso de Cambio), narcotraficantes y contrabandistas con protección y por otro lado narcotraficantes y contrabandistas sin protección acosados por el ministro de gobierno y el ministro de defensa (COA). Reforzando este flagelo criminal sigue existiendo la tendencia desde el ministerio de justicia en la que los jueces imponen y mantienen órdenes de silencio sobre los pocos casos que realmente llegan a los tribunales, una práctica inexplicable que discrimina a las víctimas porque protege a los presuntos delincuentes, manteniendo sus nombres fuera de la mirada pública. Consintiendo así que su engaño siga prosperando.
En películas basadas en la política como «1984», la claustrofóbica alegoría del totalitarismo de George Orwell y los videos novelescos del narcotraficante Marset, el núcleo del drama es la exposición de la corrupción y el crimen por parte de contados periodistas de investigación; Se supone, como de hecho los casos de narcotráfico y de asesinatos por ajuste de cuentas, en estos casos en la vida real de los bolivianos en su connivencia con el narcotráfico y el crimen organizado, que una vez que la prensa haya hecho su trabajo, las fuerzas del orden intervendrán para llevar a los criminales ante la justicia ¡Pero ello no ocurre porque solo aparecen los titulares sensacionalista y como por obra y gracia del espíritu santo, nunca más nos enteramos en los noticiosos! O mejor dicho, los fiscales y la policía generalmente no hacen nada, dejando a los delincuentes libres, ricos y envalentonados.
J. Waldo Panozo Meneces
Policía – Politólogo