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Añoranzas de una universidad autónoma, revolucionaria y académica

Durante décadas, la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas han sido un caldero donde los estudiantes se rebelan y hacen demandas lógicas y de reivindicación social. Me trae a la memoria a los años 1974 y principios del 75 que un grupo de estudiantes en lucha, organizados y estructurados recuperando el nombre que utilizaron anteriores estudiantes «Tendencia Universitaria Reivindicacionista Autónoma» (TRUA), impusieron un ritmo frenético de acciones reivindicatorias de la “autonomía universitaria” en plena dictadura militar. En nuestra Facultad quedamos cuatro y uno en función de autoridad. Cuando ejercíamos la dirigencia estudiantes académicamente destacados con ideología y doctrina universitaria; no como en la actualidad que los dirigentes practican el prebendalismo y el clientelismo corporativo, por cuya actitud nos sumieron en la presente crisis universitaria. Nuestra Universidad se ha convertido en un triste mal ejemplo, un agujero negro para el Estado de Derecho, dentro del cual nada está garantizado, no vale la pena mencionar los ataques a los académicos, es lo mismo ver que estudiantes falten al respeto a un docente, o que un docente falte al respeto a un estudiante, nadie garantiza la seguridad física entre los tres estamentos, porque a título de autonomía se ha minado de autoritarios y caudillos a punta de petardos y agentes químicos, disolver organismos universitarios y mantener a sus miembros como rehenes hasta que voten lo que dictan las minorías estudiantiles extremas. Pareciera que nos acostumbraron a la violencia permanente, porque así es como se están engendrando las fuerzas de agitación social del mañana. La política universitaria en este siglo XXI ha llevado al descrédito de los académicos y al declive de la universidad pública.

En Bolivia según el Art. 92 de la C.P.E. “I. Las universidades públicas son autónomas e iguales en jerarquía. La autonomía consiste en la libre administración de sus recursos; […]”. Por lo que la Autonomía es autogobierno, independencia, comprende funciones de legislar, gobernar administrar los intereses peculiares de su vida interior. Ya recordamos que la Universidad es “una casa de estudios superiores”. No podemos, pues sin traicionarla destinar la institución universitaria a cosa distinta de los ‘estudios superiores’. No podemos convertirla en mercado persa.

Es la caída definitiva de la democracia cuando el ejercicio de la libertad académica en la Universidad ahora se lleva a cabo en condiciones de amenaza y riesgo personal. Los últimos años, la política, en sus más bajas manifestaciones, envenenó nuestro país el ambiente académico. Argumentando la política como elemento incompatible con la actividad científica, se dicta el Decreto de 4 de septiembre de 1971 creando la Comisión Nacional de Reforma Universitaria, que, entre sus considerandos, dice: “Que es necesario restablecer el principio de la autonomía universitaria, vulnerada por sus autoridades y gobiernos estudiantiles, los que permitieron la injerencia y creación de organismos políticos de orientación foránea”.

El compromiso político, intelectual y activista puede incluso resultar útiles para construir la conciencia y el pensamiento crítico, pero también es importante cuestionar el método, el contenido y el propósito de las luchas sociales que se libran en las universidades. No debemos cederlo todo a los intereses politiqueros, nuestras actitudes en el presente definirán nuestro futuro. Toda la sociedad tiene derecho a revisar el curso de los acontecimientos en las universidades; es un asunto público.

J. Waldo Panozo Meneces

Policía – Politólogo